Queridos Reyes Magos de Oriente:
Hay personas que piensan que no existís, que no sois reales, que vuestra
existencia se debe a una tradición y como todo, se acaba. Yo no pienso eso.
Un día viendo la película Alicia
en el País de las Maravillas, comprendí que estaba en lo cierto y hacía
bien en creer en cosas “imposibles”:
—No sirve de
nada intentarlo—, dijo Alicia. — No se puede creer en cosas imposibles.
- Me atrevería
a decir que no tienes mucha práctica—, respondió la Reina. Cuando tenía tu edad
lo hacía durante media hora al día. A veces creía hasta en seis cosas
imposibles antes del desayuno.
Cada noche de Reyes sentía vuestra
presencia, incluso os pude llegar a ver sin ninguna duda, latiendo mi corazón
tan rápido que parecía que no podía frenar. Tapé mi cabeza con la manta, cerré
los ojos fuerte y pronto caí dormido. Ahora comprendo que aquellos polvos
mágicos para que los niños nos durmiéramos funcionaron también aquel día.
Al despertar, les comenté a mis
padres que había visto a un Rey Mago y ellos con una sonrisa de cariño, me
indicaron que seguramente alguno de ellos había entrado en mi habitación para
darme un suave beso, mientras dejaban los regalos repartidos por la casa. ¡No
existía momento mejor en la vida! , un instante en el que todo pasaba muy
rápido y donde no llegaba a comprender cómo siempre podían acertar incluso con
cosas que no había puesto en la carta. El cubo en el que junto con mis hermanos
habíamos puesto agua para los camellos, aquellas galletas y turrón para sus
Majestades había sido devorado en señal de un largo viaje desde Oriente y de
una ingente labor llevando regalos.
Y sí amigos, creo sin dudarlo en los Reyes Magos. Ahora recojo en mi
corazón su ilusión, sus peticiones, sus cartas y dibujos que llenan de ilusión
mi alma algunas veces cansada. Veo en los ojos de mis hijas Vera y Gabriela la
luz, las estrellas, los nervios y la risa de la magia que inunda sus corazones
y, ahora yo soy, con todo mi honor y orgullo, uno más de los que ayudan a los
Reyes Magos de Oriente. Ellas saben que son ancianos, que los papás debemos en
ocasiones colaborar con ellos, y eso nos hace felices.
Hace muchos años, mis padres, ayudaron a los Reyes Magos y ahora
proseguimos nosotros su labor. Recuerdo, imborrable en mi memoria, un regalo que sin
duda fue el mejor que nunca pude recibir. Mi mejor regalo nunca lo tuve o por
lo menos a su tiempo. Un regalo fruto de la escasez o como decían mis padres,
“por estar tiesos”, que guardo como uno de mis mayores tesoros. Aún acaricio
esa tarjeta de mi padre, escrita a mano con cariño con el texto “vale por
500 pesetas para Ismaelito del Rey Mago”. Me sigue provocando emoción pensar en unos
padres que daban todo lo que tenían y lo que no tenían por llenar los
calcetines y zapatitos de unos niños que soñaban con sus Reyes ajenos a los
problemas y preocupaciones.
Queridos Reyes Magos de Oriente, este año como siempre, me dormiré
pronto deseando despertar, presto a sentir mi corazón latir con la felicidad de
la ilusión y con la sonrisa del que asiste a la magia siempre por primera vez.
No tengo prisa en revelar “verdades”, creo que es la herencia más maravillosa
que recibimos y procuraré saborearla cuanto pueda y algo más.
Hoy y siempre, Reyes Magos de Oriente,
cuando habléis con mi Padre decirle que lo intento hacer como ellos me
enseñaron. Que pongo el alma y la emoción para ilusionar, que nunca una carta
escrita por unas niñas fue para mí un documento tan importante y tan preciado.
Que intento, junto con mi esposa, enseñarlas que la mayor bondad es la
solidaridad y el motor de nuestras vidas la emoción. Queridos Reyes Magos de
Oriente, decirle a mi padre que aquellas 500 pesetas fueron y serán siempre el
mejor regalo que nadie me hizo jamás.
Yo creo sin dudarlo en los Reyes Magos.
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