lunes, 4 de enero de 2016

Queridos Reyes Magos de Oriente



            Queridos Reyes Magos de Oriente:
             Hay personas que piensan que no existís, que no sois reales, que vuestra existencia se debe a una tradición y como todo, se acaba. Yo no pienso eso.
             Un día viendo la película Alicia en el País de las Maravillas, comprendí que estaba en lo cierto y hacía bien en creer en cosas “imposibles”:
—No sirve de nada intentarlo—, dijo Alicia. — No se puede creer en cosas imposibles.
- Me atrevería a decir que no tienes mucha práctica—, respondió la Reina. Cuando tenía tu edad lo hacía durante media hora al día. A veces creía hasta en seis cosas imposibles antes del desayuno.

 
            Cada noche de Reyes sentía vuestra presencia, incluso os pude llegar a ver sin ninguna duda, latiendo mi corazón tan rápido que parecía que no podía frenar. Tapé mi cabeza con la manta, cerré los ojos fuerte y pronto caí dormido. Ahora comprendo que aquellos polvos mágicos para que los niños nos durmiéramos funcionaron también aquel día.
            Al despertar, les comenté a mis padres que había visto a un Rey Mago y ellos con una sonrisa de cariño, me indicaron que seguramente alguno de ellos había entrado en mi habitación para darme un suave beso, mientras dejaban los regalos repartidos por la casa. ¡No existía momento mejor en la vida! , un instante en el que todo pasaba muy rápido y donde no llegaba a comprender cómo siempre podían acertar incluso con cosas que no había puesto en la carta. El cubo en el que junto con mis hermanos habíamos puesto agua para los camellos, aquellas galletas y turrón para sus Majestades había sido devorado en señal de un largo viaje desde Oriente y de una ingente labor llevando regalos.
              Y sí amigos, creo sin dudarlo en los Reyes Magos. Ahora recojo en mi corazón su ilusión, sus peticiones, sus cartas y dibujos que llenan de ilusión mi alma algunas veces cansada. Veo en los ojos de mis hijas Vera y Gabriela la luz, las estrellas, los nervios y la risa de la magia que inunda sus corazones y, ahora yo soy, con todo mi honor y orgullo, uno más de los que ayudan a los Reyes Magos de Oriente. Ellas saben que son ancianos, que los papás debemos en ocasiones colaborar con ellos, y eso nos hace felices.
              Hace muchos años, mis padres, ayudaron a los Reyes Magos y ahora proseguimos nosotros su labor. Recuerdo,  imborrable en mi memoria, un regalo que sin duda fue el mejor que nunca pude recibir. Mi mejor regalo nunca lo tuve o por lo menos a su tiempo. Un regalo fruto de la escasez o como decían mis padres, “por estar tiesos”, que guardo como uno de mis mayores tesoros. Aún acaricio esa tarjeta de mi padre, escrita a mano con cariño con el texto “vale por 500 pesetas para Ismaelito del Rey Mago”.  Me sigue provocando emoción pensar en unos padres que daban todo lo que tenían y lo que no tenían por llenar los calcetines y zapatitos de unos niños que soñaban con sus Reyes ajenos a los problemas y preocupaciones.
                Queridos Reyes Magos de Oriente, este año como siempre, me dormiré pronto deseando despertar, presto a sentir mi corazón latir con la felicidad de la ilusión y con la sonrisa del que asiste a la magia siempre por primera vez. No tengo prisa en revelar “verdades”, creo que es la herencia más maravillosa que recibimos y procuraré saborearla cuanto pueda y algo más.
              Hoy y siempre, Reyes Magos de Oriente, cuando habléis con mi Padre decirle que lo intento hacer como ellos me enseñaron. Que pongo el alma y la emoción para ilusionar, que nunca una carta escrita por unas niñas fue para mí un documento tan importante y tan preciado. Que intento, junto con mi esposa, enseñarlas que la mayor bondad es la solidaridad y el motor de nuestras vidas la emoción. Queridos Reyes Magos de Oriente, decirle a mi padre que aquellas 500 pesetas fueron y serán siempre el mejor regalo que nadie me hizo jamás.
                 Yo creo sin dudarlo en los Reyes Magos.


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