martes, 24 de noviembre de 2015

Era su sombra, era su vida



    Estaba rodeado de gente y la soledad era su tarjeta de presentación. Se acostumbró a mirar sin ver, a escuchar sin percibir el sonido de otros labios y a pensar que las caricias eran hojas de otoño que caen al suelo para ser olvidadas.
    Avanzó tanto y tan deprisa, que llegó a perder su sombra, aquella que se empeñaba en demostrarle que siempre estaba a su lado, inasequible al desaliento indicándole siempre de dónde venía y quién era.

“El sueño va sobre el tiempo
Flotando como un velero
Nadie puede abrir semillas
En el corazón del sueño”

      Él puso en juego su vida y el acierto o el fracaso eran temas menores. Nadie puede hablar de saber o de no saber, cuando el silencio danza alrededor de unas manos que recorren apasionadas, el cuerpo de un futuro ardiente nacido  del vientre de un suspiro y de unos ojos iluminados por la brasa del volcán de la esperanza.
       Abrió su corazón pues era todo lo que tenía, movió sus manos queriendo percibir el calor de su piel, el aroma de su cabello, pero la vida había lanzado un jaque mate a sus suspiros para mostrarle que no hay nada que ate más fuerte que un beso.
        Cuando las estrellas se empeñaron en no iluminar sus lágrimas de infortunio quiso pensar que no estaba sólo. Giró la cabeza y volvió a ver a su amada sombra:

¿Estás aquí?
Nunca me fui.
¿Por qué te quedaste?
Por si me necesitabas

      En algunas ocasiones no nos damos cuenta que nuestra sombra es también nuestra propia luz. 


1 comentario:

  1. Querido Ismael, cuando iniciaste el blog tenía en mi cabeza una idea sobre la emoción que nunca llegué a pensar que pudiera crecer. Gracias a tí pienso, me emociono y vivo.

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